Participar, colaborar, cooperar… todo un reto personal


En cada uno de nosotros viven las ganas, el anhelo social por trabajar en equipo, por participar en un proyecto dando lo mejor de nosotros; cuando iniciamos el camino nos encontramos enfrentados a nosotros mismos ante la dificultad de encontrar nuestro propio límite:

¿Soy capaz de hacer algo desinteresadamente y en beneficio del grupo? ¿Puedo desprenderme de mi idea y ampliarla o reducirla con las ideas de los demás? ¿Soy capaz de comprometerme en alguna acción? O en otro momento: ¿soy capaz de medirme en mis acciones para no desbordarme y “quemarme”?

Acogí de joven un consejo para mi actividad social:

“No hacer más de lo que puedes,
pero tampoco menos.”

… y ahora lo aconsejo.

No hacer más de lo que puedo”: Medir mis fuerzas, conocer mis capacidades, mis cansancios, mi naturaleza física y anímica, mis límites, no dar lo que no se necesita, no imponerme una acción por sentido del deber, no sentirme responsable de todo… porque con ello mi ser se disolvía, me “quemaba”, me enfadaba con los demás… ¡qué vivencia tan desgastadora!

Pero… ”tampoco menos”: Observar lo que hacen los demás y pensar qué se podría hacer mejor, sin hacerlo;  juzgar los resultados de una acción sin haber participado en el proceso de decidirla; justificar mi falta de participación en base a mi comodidad y a no quererme “meter en líos”; tener miedo al compromiso social… ¡qué vivencia de separación, fría y solitaria!

En la primera “me perdía en el mundo”, en la segunda “me perdía para el mundo”. Reflexioné ambas preposiciones y me pude sentir Libre.

La vida social nos necesita. Nosotros necesitamos la vida social.

¿Qué necesita tu grupo? ¿Qué necesitas tú? ¿Qué puedes aportar libremente y con medida? ¿Qué puedes regalar al mundo desde tus capacidades individuales? ¿Qué te aporta el grupo?

Si lo hacemos libremente, con verdadero Amor a la acción realizada, el valor de lo que hacemos se multiplica y el grupo como Entidad colectiva adquiere una personalidad y unos valores que nos superan a cada uno individualmente; como regalo, aprendemos de los demás.

Individuo y colectivo fluyen de uno a otro de forma mágica y cada uno se siente apoyado y renovado.

¿Te suena de lo que hablo? ¿Lo has vivido alguna vez?


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